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martes, 15 de abril de 2008

Micropolítica educativa, ciberactivismo, redes sociales...


La escuela ha sido considerada como un espacio que está o debe estar presidido por la racionalidad y la eficiencia, donde el orden es casi una consecuencia natural de la organización, y el conflicto un desorden que sólo aparece de modo excepcional. De esta forma se ha construido un modelo de organización escolar que ha sido definido como técnico-racional. En dicho modelo la escuela es el locus en el que de modo racional se produce la transmisión de conocimientos mediante una eficaz aportación de recursos personales y materiales. Obviamente, este enfoque repudia toda otra consideración, que, sin dejar de tener en cuenta los elementos indicados, pone énfasis en una faceta soterrada, a veces anatematizada, pero siempre presente en la vida de la escuela: de un lado, la naturaleza política de las relaciones que se entretejen entre todos los actores de la organización escolar, y, de otro, el carácter político de las que surgen entre la escuela y su propio entorno (comunidad local y administración educativa).
El rechazo de las relaciones entre política y escuela obedece a múltiples razones, aunque una de ellas sea aparentemente la más fundada, esto es, al deseo de que en la escuela no penetre la política de partido. Pero hoy día este temor ya no está justificado: existe prácticamente consenso en que la escuela es, o debe ser, un territorio ajeno a cualquier enfrentamiento partidista. Ello no impide que en los últimos años se haya puesto de relieve la necesidad de un análisis macropolítico de la escuela desde la consideración de la organización escolar como una institución básica de los Estados modernos, o, desde una perspectiva más amplia, como un elemento importante de las complejas relaciones existentes entre los sistemas políticos y los sistemas educativos. Del mismo modo, ha encontrado carta de naturaleza una consideración micropolítica de la escuela que ahonda en aspectos poco estudiados hasta el momento, y que van desgranando la idea de que la escuela es menos racional y burocrática de lo que las teorías tradicionales piensan.
Sin embargo, la micropolítica de la escuela no tiene aún un desarrollo considerable; su campo de estudio no está todavía bien delimitado, ni tampoco lo están sus métodos de investigación, pero en los pocos años transcurridos desde su aparición ha tenido la virtualidad de poner al descubierto aspectos importantes de la vida de la escuela: la existencia del conflicto interno, el entramado de relaciones de poder entre los diversos sujetos, las estrategias expresas o tácitas de los grupos de interés, la interrelación entre las autoridades de la escuela y los diferentes niveles de la administración de la educación; en suma, un conjunto de factores que enriquecen el ancho campo de la organización escolar.
Todo ello explica que la sección monográfica de la Revista Iberoamericana de Educación se ocupe hoy de la micropolítica de la escuela. La sección se abre con un extenso, denso e importante trabajo de la profesora Teresa Bardisa, buena conocedora de esta materia. Se trata de un trabajo en el que se analiza el estado de la cuestión, los pasos vacilantes de esta nueva disciplina académica y los logros conseguidos en tan corto tiempo. Aunque los estudios micropolíticos de la educación tienden a veces a ser fragmentarios, hay aquí un notable esfuerzo por presentar lo que hoy constituye un corpus de conocimientos, gracias quizá a que el análisis utiliza como hilo conductor lo que seguramente será el eje cardinal de esta nueva disciplina: las relaciones de poder dentro de la escuela como núcleo central de la micropolítica.
El hecho de que el conflicto ocupe hoy un lugar destacado dentro de la micropolítica de la escuela y la existencia de grandes resistencias a considerar el conflicto como un elemento cotidiano de la organización escolar, explica que hayamos considerado necesario un análisis específico del mismo. El trabajo del profesor Jares se encamina a analizar con rigor las distintas interpretaciones existentes hoy sobre el conflicto escolar, así como a desentrañar lo que el autor denomina la naturaleza conflictiva de la escuela.
En tercer lugar, nos ha parecido necesario dar también un lugar relevante a uno de los problemas siempre presentes en la micropolítica escolar, pero sobre el que no existen, en lengua española, excesivos trabajos: la participación del alumnado en su propia educación, en la vida académica del centro, en la gestión administrativa, y, en definitiva, en la micropolítica de la escuela. Traemos por ello aquí un importante trabajo de investigación empírica del profesor Velázquez, realizado recientemente en varios centros españoles de educación secundaria. Esta investigación muestra cómo la resistencia a la participación de los estudiantes en la vida de la escuela se encuentra incluso en las políticas legislativas teóricamente impulsoras de la participación, aunque las carencias importantes se hallen tanto en la falta de una cultura de la participación en el estamento docente como en la ausencia de políticas efectivas que promuevan en los centros de enseñanza la participación de los escolares.

El ciberactivismo se refiere al conjunto de técnicas y tecnologías de la comunicación, basadas fundamentalmente en Internet y telefonía móvil, asociadas a la acción colectiva o desobediencia civil, bien en el espacio virtual, bien en el plano real.
Han utilizado técnicas de ciberactivismo organizaciones como Intermón Oxfam, Amnistía Internacional, Greenpeace, la Electronic Frontier Foundation norteamericana o el EZLN mexicano. En el espacio ex-soviético, cierto grado de ciberactivismo ha tenido un papel determinante en los procesos conocidos como Revoluciones de colores.
En concreto Intermón Oxfam, Amnistía Internacional y Greenpeace proponen en sus páginas ciertas formas de voluntariado electrónico o ciberactivismo participando en sus cadenas de envíos de e-mails, y cartas, como protesta ante las acciones lesivas contra los derechos humanos, o el medioambiente, por parte de multinacionales y gobiernos.
En el campo de los Derechos Humanos, Paz y Justicia destaca por su actividad en recoger y reunir en su web múltiples llamadas ciberactivistas y llamamientos de movilización de decenas de ONGs y colectivos, reuniéndolos en una sola página que se actualiza constantemente y que, así, evita al ciberactivista tenrer que visitar todas las webs de esos grupos.
El ciberactivismo puede también tomar una forma espontánea, en la que la tecnología y las relaciones en red eliminan la división entre movilizadores y movilizados. Este es del caso de las movilizaciones espontáneas de protesta tras los atentados del 11M en España en 2004, el movimiento EDSA II en Filipinas en el año 2001, en las revueltas estudiantiles contra el CPE en Francia de 2005 o las manifestaciones por una vivienda digna en España en 2006.
Una red social es una estructura social que se puede representar en forma de uno o varios grafos en el cual los nodos representan individuos (a veces denominados actores) y las aristas relaciones entre ellos. Las relaciones pueden ser de distinto tipo, como intercambios financieros, amistad, relaciones sexuales, o rutas aéreas. Tambien es el medio de interaccion de distintas personas como por ejemplo juegos el linea chats foros spaces, etc

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